En mi caso, El Cuidado se convierte en un reto precioso que se traduce en apoyo y formación de familiares de personas con discapacidades físicas y mentales.
Cumplo 15 años acompañando a Cuidadores y a Familias de personas que han sido diagnosticadas con una enfermedad limitante física o mental. Desde luego he venido trabajando con Cuidadores naturales y familiares de personas que se han accidentado quedando con consecuencias limitantes y con otros que simplemente han envejecido en el proceso natural de la vida, perdiendo facultades y habilidades físicas y mentales.
Pero en estos años también he tenido la fortuna de trabajar con Cuidadores y familiares de personas diagnosticadas con cáncer, en un proceso precioso de apoyo a todas esas personas y familias, que esperan que un tratamiento quimioterapéutico devuelva posibilidades de vida normal a su papá, a un hermano o a un hijo, en fin a un ser querido.
Solo puedo decir que ha sido una experiencia realmente espectacular, que me ha hecho pensar en el sentido y el significado del cáncer para las personas diagnosticadas y para sus familiares. Me provoca admiración y en este momento recuerdo lo valioso que fue acompañar durante el deterioro a 2 de las personas que realmente amé en mi vida.
Detrás del diagnóstico de una enfermedad como el cáncer, hay sorpresa, esperanza, hay miedo, hay incertidumbre, subidas, caídas, optimismo, valentía, rompimientos, perdones; suceden demasiadas cosas, esperando hasta el último momento un giro a favor.
Lamentablemente, consciente de que hay algunos que no lo logran, aprendo muchísimas cosas de sus Cuidadores y familiares valientes, quienes me han revelado que a pesar del dolor, cada proceso de deterioro es un camino que enseña y une, que sana relaciones y que saca sonrisas de satisfacción cuando se asumen como un propósito de familia que pretende hacer feliz a ese ser humano que se deteriora en el probable camino de la muerte.
Para aquellos que si lo logran, para ellos y sus familias, cuántas cosas maravillosas pueden contar en la misma senda del aprendizaje, del reto y del trabajo familiar.
Unos y otros deben ser reconocidos. Tanto los que no lo logran como los que si. Todos valientes guerreros que no solo se enfrentan a la enfermedad, sino a la vida misma, olvidando distancias, diferencias, fracturas y dolores de familia, enfrentados de manera unida a la esperanza de la vida o a la resignación de la muerte.
Los admiro, gracias por enseñarme tanto.
Diego Anzola Chiappe